Nosotros rezamos así


“Nosotros rezamos con una boquilla o unas baquetas. Nosotros rezamos así”

Para la Banda CC y TT Expiración Quesada
Nuestra Semana Santa no empieza un Domingo de Ramos. Nunca hay comienzo ni final. Hay muchas maneras de ver una Semana Santa, desde la visión de un acólito, de un hermano mayor, de un músico, de un cofrade, de un nazareno…
Yo podría contar mi visión como acólito ó nazareno, pero he decidido dedicar estas líneas a mi visión personal desde el punto de vista musical.
Un músico se prepara durante todo un año para solo una semana. Es un rito, que allá por el mes de Septiembre se inicia, justo después de la época estival. Comienzan los ensayos, los reencuentros, las caras nuevas, esos momentos únicos con tus compañeros en el viaje en un simple autobús hacia un pueblecito para tocar, cuando se monta una marcha, alguna que otra bronca para que nos pongamos las pilas porque faltan escasos días para la cuaresma, repaso de todo lo aprendido, buenas caras, felicidad, ilusión…
Ser músico es ser un privilegiado, ya que vives la Semana Santa desde una visión distinta (y no es porque lo único que veas es la trasera del paso). Nosotros vemos cosas que la gente no ve, como por ejemplo, cuando un nazareno le da un abrazo a su abuelo en una sillita de ruedas entre llantos y emociones en lo más recóndito de una Iglesia, o la cara de esos niños ilusionados al saber que a lo lejos se acercan los tambores, o la expresión de añoranza de esas personas mayores al recordar la Semana Santa de su época, que te esbozan una sonrisa a la vez que te dicen: “Seguid así, que vuestro esfuerzo nunca tendrá la recompensa suficiente para compensar el trabajo que hacéis”.
Un músico vive la Semana Santa a su manera. Nunca hay dos Semanas Santas iguales, ni dos días iguales, y menos todavía un segundo igual a otro. Para nosotros todo es especial. Un músico se pasa todo el día poniendo el punto musical a nuestras procesiones, pero nada mas terminar, lo que siempre hace es, ir a disfrutar de los pasos antes que nada.
El rito de vestirse como músico empieza en la soledad de tu cuarto. Cuando abres ese armario y ves en una percha tu traje, flamante y radiante esperando a ser puesto en un cuerpo con ilusión. Ilusión que te hace quitarle el plástico con brío, sacar la chaqueta y el pantalón y ponerlo en la cama y contemplar que está todo en orden: los botones, las hombreras…
El momento cúlmen llega cuando terminas de abrocharte la chaqueta, te colocas el fajín en la cintura y te pones la medalla sobre el cuello. Ahí uno ya piensa: “Llevo el nombre de mi banda sobre mí, en mí queda reflejado el trabajo de todo un año, el esfuerzo, los buenos momentos, todo lo aprendido para una semana…” y créanme, llevar tanto peso sobre uno mismo no es fácil.
Vas por la calle, y ves a los niños pequeños con una cara de ilusión tirándole del pantalón de la madre y diciendo: “Mami, mami, mira un músico…”. Y cosas como esta te motivan y hace que te vengas arriba, es como sentir un chute de adrenalina e ilusión por el interior de tus venas. La gente te pregunta que donde tocas, de que Banda ó Hermandad eres, que donde está tal plaza o tal calle, o simplemente te dicen de que te queda que ni “bordao” el traje.

Uno llega allí a la hora citada y empieza a afinar, a ver si están todos los compañeros, a buscar a Pepito y Menganito para hablar y contarle lo que hizo el día anterior, para enterarse del último cotilleo que hay a cerca de uno y otro, a ver los pasos, y claro, como es normal a uno ya le empiezan a entrar sus nervios. Pero cuando ya estas formado esperando a que las puertas se abran empiezan a agravarse esas mariposas en el estómago que hacen que te sudan las manos, no puedes estarte un segundo quieto, y cuando la puerta se abre, todo el mundo se funde en un caluroso aplauso.
Ya es la hora, dan un pequeño toque en la palillera, para posteriormente dar un palaun con decisión que hará vibrar nuestros sentimientos, nuestras emociones y alegrías nuestros más tiernos recuerdos, porque ya empezó, y todos queremos que nunca se acabe que nunca se vaya, porque nos quedan horas y horas de largo recorrido, de vivencias, de ver a niños que nos piden estampitas, a mayores que rezan, a extranjeros que están perplejos con la elegancia de los pasos, con la candelería completamente encendida…
Otra situación como la que os describí antes es cuando en la entrada de la cofradía terminamos de tocar y nos vamos en ordinario, todo el mundo te aplaude, te vitorea por el trabajo realizado, por el simple echo de estar ahí, y eso hace que te vengas más arriba aún si cabe, y que puedas pensar, “el trabajo de todo un año ha servido para algo”.
Nosotros rezamos a nuestra manera, con una boquilla en los labios, una corneta que desgarra el silencio de una calle, unas trompetas que dan melodía y sentido a nuestras marchas, unas baquetas en nuestras manos ó con la maza de un bombo. Nosotros rezamos así.

UNA GRAN COFRADE Y AMANTE DE LAS BANDAS DE CC Y TT. FEBRERO 2012

Mª Carmen Esteve Rodriguez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.